13 de marzo de 2010

El fumar es perjudicial para la salud

Ya no corre. Se ha sentado en el cantero y se ha tapado la cara con las manos. Está agitada. Empieza a tranquilizarse, respira lentamente. El corazón comienza a latir normalmente otra vez.
Se destapa la cara y saca algo de la cartera. Primero no se distingue bien, pero debe ser un cigarrillo. Sí, sin duda es un cigarrillo: se lo lleva a la boca y luego lo enciende. Le da bocanadas largas y profundas. Juega con el humo. En su rostro se ve la mueca de sorpresa y diversión al notar que las figuras que se asemejan a otras que ya conoce –un corazón, un gato, una zanahoria.
No puede soportar la carcajada cuando ve su cara en el humo. Se atraganta con su propia saliva; su cuerpo no estaba preparado para tanta risa.
Pero después se da cuenta: su vida se está difuminando con el humo. Ahora sólo le queda llorar. Tira el cigarrillo y se tapa las manos con los ojos, o al revés; entre tanto humo es imposible distinguirla, diferenciar la vida que se va de la que ya es humo.