5 de septiembre de 2010

Me despierto de la siesta
y no sé dónde estoy
qué hora es, si es lunes
o domingo y llueve

no lo sé; el gato se despierta
me mira, tal vez él
tampoco sepa dónde estamos
si caímos en la madriguera
del conejo y acabamos de volver
y nos recién nos despertamos
todavía confundidos

o si jamás nos movimos
y es domingo, y está lloviendo

26 de agosto de 2010

La vuelta al barro de la culpa

Pienso en el gato. Pienso en que se quedará solo y será mi culpa. Aunque tal vez yo no sea tan importante para él. También pienso en los objetos materiales, la cama, por ejemplo. Mis libros. Yo soy muy fetichista. Y se sabe que no es lo mismo leer en la computadora. Sí, está comprobado científicamente. Pienso en qué libros me voy a llevar. Qué libros. Cuáles estarán entre los elegidos. Armaré un reality show de libros. Cuál merece viajar a Francia y ser leído o releído por mí? Me voy a llevar, por lo menos, un libro que hable de gatos. Dos de autores argentinos vivos, uno de poeta y otro de narrador. O más, no sé. No tengo cómo saberlo, depende de cuánto peso pueda llevar... Un libro que tenga ganas de releer: Diario de la guerra del cerdo, Todos los fuegos el fuego. Me voy a llevar a Pola París. A Talita. A tus ojos oscuros mirándome desde el otro lado del teléfono, tus manos acariciándome el pelo, tu hombro lleno de lágrimas.

13 de marzo de 2010

El fumar es perjudicial para la salud

Ya no corre. Se ha sentado en el cantero y se ha tapado la cara con las manos. Está agitada. Empieza a tranquilizarse, respira lentamente. El corazón comienza a latir normalmente otra vez.
Se destapa la cara y saca algo de la cartera. Primero no se distingue bien, pero debe ser un cigarrillo. Sí, sin duda es un cigarrillo: se lo lleva a la boca y luego lo enciende. Le da bocanadas largas y profundas. Juega con el humo. En su rostro se ve la mueca de sorpresa y diversión al notar que las figuras que se asemejan a otras que ya conoce –un corazón, un gato, una zanahoria.
No puede soportar la carcajada cuando ve su cara en el humo. Se atraganta con su propia saliva; su cuerpo no estaba preparado para tanta risa.
Pero después se da cuenta: su vida se está difuminando con el humo. Ahora sólo le queda llorar. Tira el cigarrillo y se tapa las manos con los ojos, o al revés; entre tanto humo es imposible distinguirla, diferenciar la vida que se va de la que ya es humo.