La desnudó con tranquilidad, lentamente, besándole cada rincón recién
descubierto. Le pasó las manos por los muslos; y ella, sin querer moverse. La
ayudó a darse vuelta y le rasguñó
suavemente la espalda, siguiendo el sendero marcado por la columna vertebral; y ella, llorando en silencio. Le acarició el pelo y le besó las orejas; y ella, con la frase en la punta de la lengua y los ojos cerrados. Él,
quiero pasar el resto de mi vida con vos; y ella,
estoy embarazada. Él,
pero sin hijos.